La Fiesta de María Mediadora de todas las Gracias

En el día 31 de mayo la Santa Iglesia celebra la fiesta de Nuestra Señora, Mediadora de todas las gracias. Nuestra Venerable Hermandad celebra dicha festividad el último fin de semana del mes de mayo, el mes de María Santísima, con Solemne Triduo a la Virgen y Función Principal de Instituto.

Génesis de la fiesta.

En los últimos años de su vida, el Cardenal Mercier tomó muy a pecho lograr que se decretara para María un nuevo título: el de Mediadora de todas las gracias. Una nueva efusión de bendiciones divinas sería, según el piadoso prelado, la respuesta celestial a la proclamación oficial que definiera el dogma de esta Mediación.

Bajo su iniciativa e impulso, los teólogos de varias naciones, particularmente de Bélgica, de España, de Francia, de Holanda y de Italia, fueron llamados a pronunciarse sobre la definición de tal prerrogativa. Unas comisiones, por ejemplo en Bélgica y en Roma, fueron constituidas para el estudio de la cuestión que suscitaba. El Congreso Mariano, flamenco y francés, celebrado en Bruselas, del 8 al 11 de septiembre de 1921, hizo de esta cuestión el objeto principal de sus trabajos.

Algunos meses antes, el 12 de enero de 1921, para secundar los anhelos de la piedad católica, el Sumo Pontífice Benedicto XV instituyó, por un decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, la fiesta de María Mediadora de todas las gracias, con Misa y Oficio propios: Festum Mariae Mediatricis omnium gratiarum, tal es el titulo oficial de la Misa.

La Santísima Virgen es Mediadora.

Reconocer a María como Mediadora es una consoladora y entrañable verdad que aparece ya desde la primitiva cristiandad. Los Padres de la Iglesia la comparan con Eva, ésta primera mujer fue causa de la muerte y María es presentada como causa de la vida.

La Virgen María es Mediadora de los hombres ante Dios, en cuanto que Ella presenta a su Hijo los bienes y súplicas de nosotros a Dios y, a la vez, transmite la vida divina que se nos ofrece en Cristo Jesús.

Hay que saber, sin embargo, que la mediación de Cristo es única en cuanto que es por virtud propia y exclusiva. Como dice San Pablo: "Porque uno es Dios y uno también el mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2,5). En cambio, la mediación de María es, por voluntad de Jesús, participada y subordinada a la de Cristo, pero es verdadera mediación: en virtud de su Maternidad divina que establece una especial unión con la Trinidad, y en virtud de su Maternidad espiritual que establece una relación especial con todos los hombres. Así, es Mediadora en cuanto que se encuentra en medio de los hombres y su Hijo Jesucristo.

Dice Santo Tomás que nada impide que existan entre Dios y los hombres, por debajo de Cristo, mediadores secundarios que cooperen con Él de una manera dispositiva o ministerial; es decir, disponiendo a los hombres a recibir la influencia del Mediador principal o transmitiéndosela, pero siempre en virtud de los méritos de Jesucristo.

En el Antiguo Testamento eran mediadores los profetas y los sacerdotes del orden levítico. En el Nuevo Testamento son mediadores los sacerdotes, como ministros del Mediador supremo, pues en su nombre ofrecen el Sacrificio del altar y administran los Sacramentos. La Iglesia enseña que también María es Mediadora en virtud de su plena asociación a la obra redentora de su Hijo.


Madre de los hombres.

Compañera singularmente generosa entre todas las demás criaturas y humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándole, alimentándolo, presentándolo al Padre en el Templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la Cruz, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad, con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra Madre en el orden de la gracia. 

Esta doctrina se apoya en la tradición antiquísima de considerar a María como Madre espiritual de todos los cristianos. Parece natural que la que cooperó por la Encarnación a darnos a Cristo, fuente de todas las gracias, y la que estuvo presente junto a la Cruz, interceda sin cesar y cuide de sus hijos, como Madre espiritual. 

Mediadora de todas las Gracias.

Después de su Asunción a los cielos las gracias se conceden a los hombres por medio de su intercesión. Desde el cielo participa en la difusión de las gracias con su intercesión maternal. Esta intercesión es inferior a la de Cristo, pero superior a la de todos los otros santos. Los últimos Papas han enseñado la doctrina ya antigua de que todas las gracias se conceden por medio de la Santísima Virgen.

Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. (Lumen Gentium, 62)

La fiesta de María Mediadora.

Participando de la consoladora convicción de muchos pontífices y de numerosos santos, celebremos la fiesta de María Mediadora como una fiesta de gratitud y, al mismo tiempo, de esperanza confiada para ella y para nosotros.

De gratitud: hemos de dar las gracias a María por todos los bienes que nos ha valido su maternal mediación; después, remontándonos más alto, hemos de bendecir a Jesús por haberse asociado a su Madre, a fin de colmar el género humano de gracias y favores.

De esperanza confiada para María: en efecto, si esta fiesta se extiende de día en día hasta hacerse universal, si va ganando el corazón del pueblo fiel, prepara la proclamación dogmática de la Mediación Universal de María, que defiende nuestra Venerable Hermandad.

De esperanza confiada para nosotros: acrecentando el fervor de nuestra devoción y haciendo resaltar ante nuestros ojos el valimiento de María, esta fiesta nos dispone para recibir una gran abundancia de gracias. María, como Jesús, sólo espera de nosotros mejores disposiciones para enriquecernos más y más.

Por eso, ¡acudamos siempre a María!
Ella es delante del demonio como un ejército formado en batalla.
¡Acudamos a Ella en nuestras tentaciones y luchas! Pero además, ¡es nuestra Madre!
¡Y es omnipotente! Jesús, el más bueno y el más hermoso de los hijos de los hombres,
no le niega jamás nada de lo que Ella le pide, como se ve en el episodio de las bodas de Caná,
cuando él anticipó su primer  milagro solamente porque se lo pedía su Madre.
Nadie más buena, nadie más poderosa,
nadie más clemente, nadie más misericordiosa,
nadie más amante de los hombres…
Digámosle siempre, una y mil veces:
Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”.

Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno Redentor del Mundo y Nuestra Señora Mediadora de la Salvación
Parroquia de San Patricio de Málaga

Stacks Image 8